Hay quienes afirman que la forma más efectiva de dar valor a nuestra existencia es analizar nuestra relación con la noción del cambio. Estamos destinados a cambiar constantemente, desde la célula al embrión, semana tras semana, desde el nacimiento a la extinción.
Quienes vivimos en América latina podemos entender que todo es posible y al parecer al mismo tiempo. Vivimos la revolución, dictadura, contrarrevolución y crisis de un día al otro; donde nos acostumbramos a que el país se autodestruya y reconstruya con un ritmo más implacable que los cambios de estación.
Que nada es permanente salvo el cambio, lo leí en un blog hoy en la mañana. Un crítico literario, filósofo y escritor español, reflexiona sobre el principio budista del cambio constante, la única certeza y verdad absoluta según afirman. Que nada dura para siempre lo dijo también uno de los padres de la filosofía occidental al sentenciar que jamás podremos bañarnos en el mismo río dos veces; y sin embargo, muchas veces nos aferramos a los modelos y verdades docentes con el mismo fervor y ceguera de un salto de fe.
Saber que nada es para siempre y para todos; y pensar que las metodologías son estáticas y omnipresentes, sería entonces una pérdida de tiempo y una necedad. Sería un despropósito, en un mundo en constante evolución, que un discípulo valide únicamente las doctrinas antiguas y se pierda la oportunidad de la experiencia en las diferentes formas y saberes del presente. El presente del periodismo es ese constante cambio y, como dice el titular del recorte de prensa que leo: la duda es lo único que le queda al periodismo.
Con cada día y segundo, nuevas y mejores tecnologías permiten lo hace años imposible. Comunicación simultanea entre personas de distintas latitudes. Ver en tiempo real los acontecimientos del otro lado del planeta en el preciso instante en que ocurren. Que un estudiante de Comunicación de Ecuador pueda leer la observación de un crítico literario de la península ibérica segundos después de publicada, significa un avance importante en la conectividad y una demanda aun mayor en sus posibilidades comunicativas.
El manejo de uno y mil lenguajes no es solo un anhelo del hombre culto, es una exigencia en su crecimiento profesional, dado el panorama actual donde todo está más cerca y las fronteras se desdibujan en el horizonte comunicativo, ya sea cibernético, televisivo o radial. Los blogs literarios, periodísticos, personales y demás, se establecen entonces como una extensión de la labor comunicativa. El buen manejo del lenguaje escrito, auditivo y visual como una demanda inpostergable para quien quiera llegar al público según sean sus demandas a lo largo del devenir.
¿Qué me queda como inexperto aprendiz de la profesión comunicativa en la incertidumbre del constante cambio? Tener la maleta siempre lista y los oídos bien abiertos, los ojos atentos y el bolígrafo ágil. Estar dispuesto a viajar entre tendencias, conocimientos, metodologías y saberes; para poder experimentar el presente en sus múltiples posibilidades y en ese presente comunicar. Vivir a diario las nuevas formas del periodismo según lo demande cada lector y noticia. Dejar la voluntad de los horarios a Dios, para ser específico a Mercurio, y entender esa libertad. Que el viaje es el rostro más reconocible del cambio; y el mundo, que yo sepa, no ha olvidado su constante de rotación y traslación.
Quienes vivimos en América latina podemos entender que todo es posible y al parecer al mismo tiempo. Vivimos la revolución, dictadura, contrarrevolución y crisis de un día al otro; donde nos acostumbramos a que el país se autodestruya y reconstruya con un ritmo más implacable que los cambios de estación.
Que nada es permanente salvo el cambio, lo leí en un blog hoy en la mañana. Un crítico literario, filósofo y escritor español, reflexiona sobre el principio budista del cambio constante, la única certeza y verdad absoluta según afirman. Que nada dura para siempre lo dijo también uno de los padres de la filosofía occidental al sentenciar que jamás podremos bañarnos en el mismo río dos veces; y sin embargo, muchas veces nos aferramos a los modelos y verdades docentes con el mismo fervor y ceguera de un salto de fe.
Saber que nada es para siempre y para todos; y pensar que las metodologías son estáticas y omnipresentes, sería entonces una pérdida de tiempo y una necedad. Sería un despropósito, en un mundo en constante evolución, que un discípulo valide únicamente las doctrinas antiguas y se pierda la oportunidad de la experiencia en las diferentes formas y saberes del presente. El presente del periodismo es ese constante cambio y, como dice el titular del recorte de prensa que leo: la duda es lo único que le queda al periodismo.
Con cada día y segundo, nuevas y mejores tecnologías permiten lo hace años imposible. Comunicación simultanea entre personas de distintas latitudes. Ver en tiempo real los acontecimientos del otro lado del planeta en el preciso instante en que ocurren. Que un estudiante de Comunicación de Ecuador pueda leer la observación de un crítico literario de la península ibérica segundos después de publicada, significa un avance importante en la conectividad y una demanda aun mayor en sus posibilidades comunicativas.
El manejo de uno y mil lenguajes no es solo un anhelo del hombre culto, es una exigencia en su crecimiento profesional, dado el panorama actual donde todo está más cerca y las fronteras se desdibujan en el horizonte comunicativo, ya sea cibernético, televisivo o radial. Los blogs literarios, periodísticos, personales y demás, se establecen entonces como una extensión de la labor comunicativa. El buen manejo del lenguaje escrito, auditivo y visual como una demanda inpostergable para quien quiera llegar al público según sean sus demandas a lo largo del devenir.
¿Qué me queda como inexperto aprendiz de la profesión comunicativa en la incertidumbre del constante cambio? Tener la maleta siempre lista y los oídos bien abiertos, los ojos atentos y el bolígrafo ágil. Estar dispuesto a viajar entre tendencias, conocimientos, metodologías y saberes; para poder experimentar el presente en sus múltiples posibilidades y en ese presente comunicar. Vivir a diario las nuevas formas del periodismo según lo demande cada lector y noticia. Dejar la voluntad de los horarios a Dios, para ser específico a Mercurio, y entender esa libertad. Que el viaje es el rostro más reconocible del cambio; y el mundo, que yo sepa, no ha olvidado su constante de rotación y traslación.
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