Wednesday, June 04, 2025

Experimento

Wednesday, February 3

Un día, olvidada la costumbre, me propuse el experimento.

Bajaba de mi cuarto a la sala y por la ventana lo vi. Estaba acostado a la sombra de las mandarinas, blanco y alargado. Completamente relajado. Notó que me acercaba y levantó la cabeza, me miró con sus ojazos celestes y bostezó.

Eso fue todo. Y ese era el punto de partida. Siempre, apenas lo veo, suelto una expresión: su nombre o un apodo en diminutivo. Pero esta vez lo miré sin decir una sola palabra, me detuve a observarlo sin hablar y ya cuando pensé en decir algo me sonaron a artificio todo tipo de gesto, tono y palabrita. ¿Para qué fingir mi voz? Hacerte niño en el tono aunque lo único que diga es tu nombre. Para qué el nombre, me pregunté.

Entonces se levantó y fue hacia los árboles grandes en un trote despreocupado. Es un macho Alfa, según lo prueba la coloración de los nuevos gatos de la zona (con pelo blanco o rastros de blanco en su mestizaje). Por 5 años es el único dueño de todo el jardín que, como refugio de vida felina, es el único sin perros en toda la calle. Bien alimentado y en un ambiente tranquilo, desarrolló un buen porte, musculatura potente y un pelaje elegante.

Yo observaba, quizás con la misma maravilla de un biólogo, cuán agradable espécimen convive conmigo en este bondadoso pedazo de tierra. Tienes la belleza evolutiva de un adulto en tu especie. Entonces, ¿para qué salirte con un balbuceo como de abuelita al nietecito?

La mente de humano tratando de humanizarte, domesticar, en la gestualidad de “lo humano”. Caracterizando las especies de este mundo según mis presupuestos. ¿Para qué adoptar paternalismos o andar con monerías en el trato que te doy? Ridículo, cuando la realidad es que somos dos adultos en nuestras especies y en ese estadio podríamos dialogar. Claro que, entonces, la comunicación requeriría precisión de mi parte (el sapiens).

Ahora, el problema se me presentó justo enseguida de vislumbrar esto. Con Azuzu es fácil porque es grande y macho. De alfa a alfa no hay mucho contacto a lo largo del día, somos muy independientes de otros individuos dentro y fuera de nuestra especie. No siempre se acerca a que lo acaricie y cuando está de humor no dura más de 4 minutos. Pero con Guy, la gata.... La he visto como madre varios ciclos. Siempre está cerca y al pasar frota su cara en mis piernas, dejando claro que hay cariño. Solo pensarla tan femenina y maternal como que hace tambalear las fibras y entonces es más fácil confundir expresiones de afecto con infantilismo.

Porque no es que no los ame como a mis familiares. El cariño de compartir tanto juntos está ahí, vivo y caluroso. Pero para qué tratarlos como tontitos, como guaguas, yo qué sé.

Dejo entonces por unos días el uso de la palabra con mis gatos a modo de ejercicio; después de todo lo que importa es la entonación y el gesto de lo que le “digo”. He recurrido a sonidos desde la garganta (con la boca cerrada) y solo si realmente es necesario porque, como noto, los gatos recurren al sonido muy pocas veces. Cuando algo necesita ser dicho, en el mundo felino, casi siempre se resuelve con una mirada fija, enseñar colmillos, estirarse, mover la cola, erizar el pelo en la cabeza, apuntar las barbas hacia adelante… tantos recursos.

En fin, un día comenzó el experimento y desde entonces las alegrías. Sorprendernos en silencios donde todo se ha dicho. Además, la pausa reflexiva de tanta palabrería, expresada sin mismo entender su origen, también me beneficia; sobre todo su posterior silencio.

La relación alcanzó un punto formidable. Mi gato parece más tranquilo al acercarse y cada vez noto nuevas formas de comunicación en ellos. Mi gata ahora, cuando acerco mi cara a la suya, responde con un sonido leve y una lamida en la mejilla. Después continúa lo suyo y yo lo mío.

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