¡Abajo los zoológicos!

Wednesday, May 18

Un poco de historia

El zoológico del Jardin du roi se fundó en el París monárquico de los 1600s. Nació como el espacio para la colección y exhibición de todas las especies exóticas que encontraran los franceses en sus viajes de ultramar. Después llegaría la Revolución y en el calor de las conquistas antimonárquicas, la Asamblea Nacional decidió renombrarlo como Jardin des Plantes y transfirió la administración del zoológico al Museo Nacional de Historia Natural.

Hace poco, cuestion de décadas, el Estado francés le otorgó al museo la categoría de Monumento Histórico y desde entonces goza de esa aura protectora de las intituciones públicas.


Un poco de visceralidad

No me gustan los zoológicos. Lo digo de frente y con toda mi humana pasión. Entiendo su importancia para la investigación científica y aplaudo sus esfuerzos por la preservación de las especies; pero, pienso que sería muy adecuado, con todas las ventajas de la tecnología, que la ciencia viva una segunda Revolución y que por fin se adecue a la realidad animal y sus derechos elementales.

Me explico: Los científicos deberían desplazarse a las reservas para no violentar la libertad de las especies (en pocas palabras, no violar la libertad del especimen al capturarlo y encerrarlo muy lejos de su terruño).

Esto sería una verdadera revolución en el trato especieista del cientifico a su especimen. Deliro y sueño con el día en el que el científico abandone la comodidad de estudiar al animal desde los presupuestos humanos de un ambiente controlado y se traslade hacia el espacio natural e indiferente de los animales.

Las instituciones de museología animal deberían cuestionarse sobre el trato animal y reformular la investigación desde una perspectiva ética que incluya las libertades del animal. Pienso, por ejemplo, en los esfuerzos del Great Ape Project que lucha por garantizar los derechos básicos a la vida, la libertad y la no tortura de los grandes primates, nuestros parientes más próximos en el mundo animal. Dicho esto...

Nénette

Los EDOC presentan, en la sección Panorama, el documental Nénette de Nicolas Philibert. Una proyección acertada a propósito del cine de observación, ese que nos cuestiona sobre la mirada y el enunciado, las posibilidades infinitas de una misma realidad.

Nénette, una orangután pelirroja de edad avanzada, llegó a París el 16 de junio de 1972 directamente de las selvas de Borneo, donde nació libre en 1969. Desde entonces vive en un espacio 100% artificial cuyas bondades comparte con otros orangutanes nacidos en cautiverio.

Un poco de paja, maderas lizas (incluso los postes de madera mantienen la rigidez horizontal y vertical de las dimensiones del mundo humano) y cuerdas completan la ilusión selvática para "humanizar" un poco el encierro animal. Por último, un vidrio reforzado separa al primate de los miles de rostros humanos que la visitan a diario.

Nicolas Philibert, reconocido y premiado documentalista francés, decidió filmar este documental en una de sus visitas al Jardin des Plantes. El documental duraría apenas 15 minutos y la cámara ocuparía el espacio del visitante para que el vidrio se interponga entre el espectador y el ritmo apacible de una orangután en cautiverio; pero al final la historia dió para un largometraje.

El documental comienza con un primer plano del rostro de Nenette. Y desde ahí, enfrentado al animal, el espectador observará las imágenes mientras escucha las voces, siempre fuera de campo, de los turistas, los cuidadores del zoológico y hasta artistas.

Las voces comentan lo que cada uno ve desde sus presupuestos humanos. Algunos opinarán sobre sus pliegues, sobre su extraña belleza. Una voz femenina se compadecerá de la soledad, de la necesidad de un macho que acompañe su vejez... Una voz joven se burlará de su bemba y de la gestualidad fruncida, de su abdomen abultado y su bestialidad.

Nénette, siempre ausente a esas voces, se mueve y dormita en esta reducida habitación blanca. Esta veterana tiene alrededor de 40 años en cautiverio, una edad inusual para su especie pues, como sucede con otros simios en cautiverio, sobrepasa el promedio de vida en su medio natural de 35 años aproximadamente.

El documental nos enfrenta con el encierro de una especie muy cercana al humano en su escala evolutiva, los grandes simios. Esos animales que comparten muchas de nuestras capacidades cerebrales, las que incluso les permiten aprender y sobrevivir en ese entorno artificial.

Los animales del zoológico se balancean sin problema en las cuerdas de la jaula de metal. Pero también han aprendido sobre el mundo humano más allá de la vitrina. Los orangutanes toman el agua de las botellas de plástico y piden un lapiz labial.


La mirada y el enunciado

Se trata de una película observacional, un reto para el ojo atento dispuesto a persistir. Esta película nos enfrenta al encierro que el humano le impone al animal que, como animal, no entiende qué hace ahí, que seguramente extrañará su tierra... y entonces evalúo, adivino e interpreto la realidad que observo.

De eso también va este documental, de las muchas voces en off que expresan, desde sus idiomas, ideas y edades, sus ditintas visiones de una misma realidad. De todas ellas, el comentario mas preciado, para mí, viene de un artista que se detiene frente a Nénette para dibujarla en unos pocos trazos. Dice que cuando un artista indaga en el dibujo prefiere retratar a los hombres robustos por la fascilidad de sus giros y sus pliegues... su redondez...


Después del documental

A propósito de este asunto, de los zoológicos y del encierro, les comparto este video de Röyksopp, uno de mis favoritos en mi adolescencia.


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