
Es todo un asunto el escoger el camino correcto para cierto tipo de viajes. El espiritual por ejemplo, ese viaje que le lleva toda una vida a la devota y que resulta ser un camino por las oscuridades de la mente; ¿cómo saber si es el indicado para uno?
Escoger una vida de misticismo significa desgarrar, por decisión, los velos entre la realidad y el yo del ser; o por lo menos llevar al yo hasta los bordes de sí mismo. Escoger la senda religiosa es encaminar al ego al encuentro con el gran Otro, el Dios según sea la tendencia, y en el amor a él reagrupar opuestos; “implosionar” paradojas en el encuentro de la novia con su amado.
En la enunciación grano a grano de interminables rosarios, el transe de la plegaria reiterativa llevará a la devota a estados alterados de la mente: la "iluminación", en el mejor de los casos. Un efecto sicodélico que resulta del hipnotismo de la oración, potenciado por la concentración (paso previo a la meditación).
San Juan de la Cruz se reunió con su Dios en una noche oscura del alma. En silencio y mientras nadie lo veía experimentó a Dios en sí mismo. Era el momento en que el amor se presentaba como una llama ardiendo en el corazón, que brillaba con más fuerza que la luz de mediodía. No soy religioso, pero creo que este hombre vivió un despertar de espíritu muy sublime en medio del silencio.
Bueno, para aclarar el post y dejar el asunto religioso atrás; cuando vi las monjitas pasear por la arena pensé en algunos amigos. Pensaba en aquellos que resisten el ir y venir de la mente. Los amigos, apenas dos que tres, que me ayudan con una sonrisa a cargar mi equipaje por el camino inhóspito de mi psiquis. Que están a tu lado para recordarte que "todo terminará pronto" justo en el momento en que comienza a acelerarse el corazón con cada recuerdo reprimido que se estrella en tu cabeza.
Los psiconautas: esos amigos que prefieren viajar sin velos.
Escoger una vida de misticismo significa desgarrar, por decisión, los velos entre la realidad y el yo del ser; o por lo menos llevar al yo hasta los bordes de sí mismo. Escoger la senda religiosa es encaminar al ego al encuentro con el gran Otro, el Dios según sea la tendencia, y en el amor a él reagrupar opuestos; “implosionar” paradojas en el encuentro de la novia con su amado.
En la enunciación grano a grano de interminables rosarios, el transe de la plegaria reiterativa llevará a la devota a estados alterados de la mente: la "iluminación", en el mejor de los casos. Un efecto sicodélico que resulta del hipnotismo de la oración, potenciado por la concentración (paso previo a la meditación).
San Juan de la Cruz se reunió con su Dios en una noche oscura del alma. En silencio y mientras nadie lo veía experimentó a Dios en sí mismo. Era el momento en que el amor se presentaba como una llama ardiendo en el corazón, que brillaba con más fuerza que la luz de mediodía. No soy religioso, pero creo que este hombre vivió un despertar de espíritu muy sublime en medio del silencio.
Bueno, para aclarar el post y dejar el asunto religioso atrás; cuando vi las monjitas pasear por la arena pensé en algunos amigos. Pensaba en aquellos que resisten el ir y venir de la mente. Los amigos, apenas dos que tres, que me ayudan con una sonrisa a cargar mi equipaje por el camino inhóspito de mi psiquis. Que están a tu lado para recordarte que "todo terminará pronto" justo en el momento en que comienza a acelerarse el corazón con cada recuerdo reprimido que se estrella en tu cabeza.
Los psiconautas: esos amigos que prefieren viajar sin velos.
Existen muchos caminos para llegar. Creo que si existe un motivante el camino se manifiesta solo... cuando comienzas a ver esas manifestaciones, comienzas a creer en la magia, y cuando crees en la magia crees en algo como un dios pero de un concepto mucho más el de un moralista y paranoico sermón. La mente es dios, somos parte de ese dios de ese uno...
Los llamas psiconautas? Yo los llamaría "buscadores"... o no?