Moncho

Tuesday, April 21

Moncho sujetaba con sus tremendos brazos de moreno el triciclo. Lo sostuvo sobre su cabeza unos segundos y en una maniobra lo puso en la vereda listo para comenzar a cargar las cajas. Le pregunté dónde iba, ¡Atacámee! respondió. ¿Va a pedalear hasta allá? "Sí, suba".

57 años desde que saliera del vientre de una mujer, dice el guardia del hotel donde me hospedo. Los ojos le brillan por la cerveza y la emoción. Con un fuerte aliento a alcohol me dice que su madre fue una buena mujer, "todas lo son" le respondo. Me mira con su sonrisa de 5 dientes y me propone ir donde unas negritas de aquí mismo, si quiero. La señora de la tienda nos sonríe, se acerca con una cerveza más, le besa la frente, “monchito” le dice despacito. El extiende su mano y le acaricia la pierna hasta el tobillo. Se sonríen.

Vive con nosotros ya serán unos 20 años, dice el arquitecto dueño del hotel. "Cuida la propiedad en temporada baja y hace de conserje. Nunca nos molesta porque tiene su cuarto".

Le pregunto si conoce algo de su vida, de su historia y las mujeres. ¿Las mujeres? Ese Moncho es un vivo.

Moncho me deja entrar en su cabaña. Un equipo de sonido con 8 parlantes, una cama, ropa, botellas… Me sirve un poco de caña en un vaso y toma un buen trago del pico. Suena la puerta. Es una morena de buen tamaño, algo mayor pero con la piel firme. Trae una funda con ropa limpia que deja sobre su cama. Se besan. Moncho me mira con seriedad. Cierro la puerta. Mientras me alejo escucho que sube el volumen de la música; una ranchera.

El arquitecto, el hombre que me contrato para ue reciba a los huespedes y administre las reparaciones, tambien sabe lo que pasa cuando hay música a todo volumen. “El Moncho se ocupa como hora y media o dos. Casi siempre sale borrachote pero no les molesta a los huéspedes”. Claro, su habitación está oportunamente construida en una esquina detrás de las canchas. En la esquina menos turistica del complejo hotelero.

Regreso por la tarde de un paseo por la arena. Me encuentro a Moncho en la puerta del hotel. Llega con una señora del brazo, una que no he visto antes. Se despiden en la puerta, besos, manos, nalgas gruesas.

Moncho dice que no es mujeriego. Que ama a las mujeres. Cada una tiene lo suyo y no le molestan. Algunas se conocen o incluso son parientes. Dice que se casó dos veces, era lo mismo casado o sin casar. Siempre han estado las mujeres. En otros pueblos, en otra cuadra, las del burdel, la de la arena.

Esa noche me invitó a comer en casa de Marcia, la del beso en la puerta. Es la oficial, la que más frecuenta desde hace un año. Un cuarto pequeño, a la vez cocina y habitación; sopa de pescado, deliciosa, acompañada con un buen plato de arroz, verde y chifles.

Detrás una cama y un toldo. Miro a Moncho, sonrío, al imaginar del otro lado del mundo un hombre y su turbante en una cama de toldos dorados y rojos con dos o tres mujeres. Una carcajada de Marcia me regresa a la realidad de los dedos ágiles de este mulato de Tonsupa sin temor a ningun velo o falda.

Termina el verano y regreso a Quito. Moncho quiere llevarme al pueblo, una última vez en su triciclo, para que tome el bus a mi casa. En el camino mira la mototaxi de un mulato, se emputa y me dice que no piensa ponerle la moto a su taxi ecológico porque el todavia pedalea. El ejercicio diario le da un buen estado físico, dice.

Le pido que se detenga. Que me deje pedalear un rato para ver que tan pesado es esto. Se ríe mostrando con orgullo sus 5 dientes y me deja pedalear.

Apenas pude avanzar un par de kilómetros. Calor costeño de sol tropical, y yo pedaleando lo que más pude, refrescado a penas un poco con la brisa olor a mar. Podía más la emoción dentro de mí.

Aquí estamos, llevo en su bicicleta a un hombre de playa en constante estado etílico, con el océano pacifico lamiendo la costa a mi derecha. Podria pensar en los honores al rey sin trono de una de estas playitas de la costa ecuatoriana.

Pedaleo hasta que una lágrima de Moncho me saca de mis fantasías. No dice nada. ¿Qué recuerdo o profundo deseo se atraviesa por la mente de este hombre, qué historias tienes? ¿Dónde nace ese caudal de recuerdos que se desborda hoy en una lágrima?

¿Es el alcohol?

2 viajeros:

  • Estefanía Celi says:
    April 23, 2009 at 9:15 PM

    que bien!!!! oye que asco le pateas a la mia...

  • Esteban Jara says:
    April 23, 2009 at 9:47 PM

    yo pateo qué?

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